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La escritura como huella: el valor de la pericia caligráfica en la justicia argentina

  • Foto del escritor: Virginia Spinelli Fernández
    Virginia Spinelli Fernández
  • 29 jul
  • 3 Min. de lectura

La necesidad de individualizar a una persona por medio de su escritura no es nueva. Como afirman los expertos Fernando López Peña y Eduardo D. Casá en La Prueba Pericial Caligráfica, desde que el escribir pasó de ser un arte exclusivo a una herramienta cotidiana, se hizo imprescindible determinar quién había sido el autor de tal o cual escrito. Documentos formales, cartas personales, confesiones, contratos y más, han sido y siguen siendo objeto de estudio de la pericia caligráfica.


En la actualidad, el perito calígrafo en Argentina no solo cumple una función técnica dentro del proceso judicial, sino que representa una figura profesional altamente capacitada, con formación académica rigurosa, incumbencias claramente definidas y una práctica sostenida en el tiempo. Su tarea no es solo observar grafismos: es interpretar señales, advertir alteraciones, analizar materiales y, sobre todo, determinar la autenticidad o falsedad de una escritura.


Identidad gráfica: el corazón de la pericia

La escritura humana es una conducta compleja, única y personal. Está compuesta por una secuencia de actos neuromusculares y psíquicos adquiridos a lo largo del tiempo, que constituyen una especie de “huella gráfica”. Por eso, la pericia caligráfica se basa en el principio de Identidad Gráfica, que sostiene que cada individuo escribe de una forma peculiar, irrepetible y, por tanto, identificable.

Esta individualidad permite al perito, mediante la comparación entre un documento cuestionado y grafismos indubitados, arribar a una conclusión científica que puede tener un enorme peso probatorio.


La formación como pilar

En Argentina, el perito calígrafo se forma en instituciones universitarias que ofrecen carreras específicas con enfoque teórico-práctico. A lo largo del trayecto académico, el estudiante no solo se introduce en los fundamentos legales y científicos de la pericia, sino que se ejercita constantemente en el uso de distintos elementos escribientes —desde la pluma de ave y metálica, hasta bolígrafos esferográficos— y soportes diversos.

Tal como explican López Peña y Casá, “es perfectamente posible, si ha practicado antes y con la dirección y método adecuados; conocer y por lo tanto diferenciar en una escritura, la forma de tomar la lapicera en la mano, la forma en que se revelan los movimientos personales en el escrito, las consecuencias de las distintas y personales presiones ejercidas, la relación entre la pluma que se emplea y las estructuras o formas de las letras, el porqué de la secuencia de levantes de pluma, etcétera.”

Esta experiencia construye no solo destreza técnica, sino también criterio profesional y sensibilidad ante los matices, elementos imprescindibles para identificar falsificaciones, simulaciones o signos de coacción.


Jurisprudencia: el valor de la prueba caligráfica

La importancia de la pericia caligráfica queda reflejada también en la jurisprudencia nacional. En el fallo “S.A. c/ B. R. s/ Incidente de Falsedad” (Cámara Nacional de Apelaciones en lo Civil, Sala J, 2018), se debatía la validez de una firma en un contrato privado de compraventa. La parte actora alegaba que la firma había sido falsificada, mientras que la demandada sostenía su autenticidad.

El tribunal valoró especialmente el dictamen del perito calígrafo oficial, quien concluyó que la firma no correspondía a la persona señalada, basándose en diferencias notables en la inclinación, presión, forma de enlace entre letras y ritmo escritural. Dicha pericia fue determinante para el pronunciamiento judicial: el contrato fue declarado nulo por falsedad documental.

Este ejemplo demuestra cómo una correcta intervención pericial puede cambiar el rumbo de una causa, proteger derechos vulnerados y colaborar con la verdad material del proceso.


Una profesión con compromiso ético

El perito calígrafo no solo es un técnico. Es también un profesional que interviene con responsabilidad deontológica, consciente de que su dictamen puede incidir en resoluciones judiciales trascendentes. Su rol implica respeto por el proceso, imparcialidad y transparencia, valores que se construyen desde la formación y se consolidan con la experiencia.

En tiempos donde la digitalización pone en jaque los soportes tradicionales, la escritura manuscrita sigue siendo una fuente poderosa de prueba. La labor del perito calígrafo, entonces, no solo sobrevive: se adapta, evoluciona y reafirma su vigencia como disciplina científica al servicio de la justicia.

 
 
 

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